Los individuos poseen un cuerpo que siente. Conocer cómo siente permitiría a la vez mayor disfrute y ser menos vulnerables contra abusos.
Deseos, fantasías y anhelos ocurren en el plano mental. Son experiencias simbólicas, no corporales.
Beber alcohol, bailar y oír música son experiencias sensoriales, reales.
Existen ciertos alimentos tales que, dependiendo de la marca que los produce o del modo de cocción, producen mayor o menor apetito.
El pan de mesa común sin tostar produce más apetito que el mismo pan de mesa tostado.
Los bizcochos de grasa son más o menos adictivos dependiendo de la marca que los produce.
Si estas experiencias fueran únicamente hambre y deseos de comer, consumir un producto u otro no produciría más ni menos urgencia por continuar comiendo.
Entre las experiencias físicas sexuales se distinguen:
El texto nombrará a cada una de estas experiencias
Las experiencias sexuales son las más reconocibles.
Besos, estimulación de los genitales, algunas frecuencias de sonidos, caricias en zonas erógenas y proximidad física de la persona deseada son ejemplos de experiencias que, al ocurrir con personas deseadas y en condiciones confortables, producen deseo sexual inmediato.
Las experiencias sensuales son físicas pero no producen la pulsión de urgencia sexual.
Ejemplos de experiencias sensuales son masajes en hombros o pies, algunos bailes de pareja, aromas y luces relajantes, masajes en el cuero cabelludo, etc.
Las experiencias seductoras son cualquier actividad que sin ser sensual ni sexual despierte interés sexual en otra persona.
Existen actividades muy poco sexuales que seducen.
Hay individuos que encuentran en las actividaddes realizadas con ritmo de coreografía lenta una sensación de placidez y bienestar al observarlas. Preparar comida, limpiar la habitación, vestirse, pintar, envolver regalos, salir de compras, calzarse, anotar el pedido de un cliente en un cuaderno, conducir un auto, etc.
Estas experiencias son seducciones simbólicas, no sensoriales.
Identificar una experiencia como seductora y no sexual permitiría una administración más apropiada de la reacción propia a la experiencia.
En sitios de oferta de sexo y de trabajo sexual se intentaría confundir deliveradamente ambos tipos de experiencia.
Ningún individuo que presencie un ballet moderno en un teatro exigiría a los bailarines quitarse la ropa inmediatamente después de terminar la coreografía, aún siendo coreografías muy eróticas.
Eso mismo se espera de strippers que animan despedidas de soltero y de quienes bailan en bares de trabajo sexual.
Personas con privilegios económicos comprenden la diferencia entre seducción a largo plazo y urgencia sexual, y suelen ‘invertir’ tiempo y dinero propio en seducción a largo plazo.
Por caso, un estudiante de cine con suficientes recursos económicos podría atender su propio videoclub de barrio.
El motivo de la atención personalizada no sería no poder costear empleados, mas ocupar un lugar privilegiado de seducción.
Conocería individuos, conversaría con ellos, aprendería de sus gustos y podría seducirles con su conocimiento de la disciplina.
Trabajadores sexuales conocen el valor de las coreografías y lo aplican de manera constante en todas sus actividades, sexuales y no sexuales.
Creería que el trabajador sexual prefiere más seducir con coreografías que provocar urgencia sexual inmediata.
Coreografías no sexuales tienen también valor para ‘coreografiar’ rutinas de higiene personal.
Existe una relación directa entre mantener buena higiene personal y actividades sexuales. Saberse bien aseado y prolijo permite relajarse y despreocuparse durante una cita o un encuentro sexual.
Las rutinas de cuidado personal parecen engorrosas por considerarlas una pérdida de tiempo innecesaria más que por el esfuerzo requerido para realizarlas.
Un modo de dejar de considerarlas una pérdida de tiempo es armarlas como coreografías. Tal como si fuera una rutina de baile o de gimnasio.
Las coreografías no son ‘mejores’ cuando se realizan más rápidamente. Las coreografías están bien realizadas cuando se realizan a su tiempo.